sábado, 9 de mayo de 2015

Enseñando a enseñar el dolor


Ya muchos conocemos el papel que juega la comunicación y la pedagogía en el tratamiento del dolor, así como el papel que juega la comunicación dentro de la pedagogía misma. Como demostrábamos en un post anterior, el crear en el paciente una base teórica sólida y veraz sobre el dolor y su afrontamiento, a la vez que se derogan creencias irracionales que conllevan a disfunciones cognitivas, genera un input impetuoso que llevará al paciente a comprender mejor su patología y a solucionar de manera óptima su dolencia. En todo caso, de manera personal, considero que debemos tomar en cuenta los principios griceanos a la hora de transmitirle nuestros conocimientos al paciente. No sólo debemos educarnos en cuanto a dolor, sino también en cuanto a su explicación. No basta con suponer que el paciente nos va a entender, tenemos que reforzar ese entendimiento. Si nuestra enseñanza falla, nuestro tratamiento seguramente también lo hará.

Para empezar, me apegaré a los principios de cooperación que Grice clasificó en categorías, y éstas, a su vez, en máximas; de igual forma, retomaré las determinantes de Watzlawick e intentaré extrapolarlas en el ámbito sanitario, y más específicamente, en el pedagógico. Aunque en la práctica los conocimientos verbales y comunicativos se asumen tácitos, para poder aprenderlos deben ser necesariamente explicados y entendidos, por lo que las principales determinantes se desarrollan de la siguiente manera:

I. Categoría de cantidad

"Tantas palabras para no decir nada. Ahorremos"—Roberto Bolaño

Se relaciona con la cantidad de información que debe darse y bajo ella caen las siguientes máximas:

  • Haga que su cooperación a la conversación sea tan informativa como lo requiera el propósito del diálogo.
  • No haga su contribución más informativa de lo que sea necesario/requerido ni sobreabunde ni recorte su conversación. 

Puede discutirse si el sobreabundar es necesariamente un elemento negativo, pero lo cierto es que en alguien con un oído poco acostumbrado a terminologías médicas, se puede crear una pérdida de interés debido a la falta de comprensión en el tema o por un sentimiento de anulación cognitiva. Es indiscutible que en ocasiones es tentador el alarde y muchas veces creemos que el hacerlo generará un aire de sapiensa que el paciente sabrá reconocer, dotándolo así de seguridad y confianza. Pero la verdad es que, generalmente, sólo terminamos creándole confusión. 

¿Ínsula? ¿Vía espino-talámica? ¿Sustancia gris periacueductal? 

Recuerda que respecto al abordaje terapéutico del dolor, no importa tanto quien sepa más, sino quien lo explica mejor.

II. Categoría de la cualidad

"De lo que no se puede hablar, es mejor callar"—Ludwig Wittgenstein
Hay que tratar en todo momento que la cooperación a la conversación sea verdadera. Es decir, que sea genuina y no espuria. 

La conversación no debe repugnar ni contradecir al conocimiento, es decir, los juicios de la inteligencia transformados en parte de una conversación deben adecuarse a la realidad. Y segundo, debe existir un compromiso lógico y moral de decir la verdad.

Concretamente:
  • No diga nada que crea falso.
  • No diga nada de lo que no tenga prueba suficientes.

Es cosa de fascias



A pesar de que dicen que la verdad duele, en pacientes con dolor crónico la verdad cura. La falsedad y la mentira solamente empeoran la condición.


III. Categoría de la relación

"Debe haber algo idéntico en una figura y en lo que representa, a fin de que la una pueda ser una figura del otro". —Ludwig Wittgenstein


Hay que ser relevantes, es decir, hacer que la contribución a la conversación sea lo más destacable posible con respecto a la dirección del intercambio lingüistico. Notemos que según la RAE, «relevante» es un adjetivo que significa, por una parte, sobresaliente y destacado, y por otra, importante y significativo.


"Dolor no es igual a daño"

IV. Categoría de la modalidad


"Si no puedes explicar algo de forma sencilla, es que ni tú mismo lo has entendido lo suficiente".—Albert Einstein

Aquí lo que importa más no es qué se dice sino cómo se dice.

  • Evite la oscuridad en su expresión.
  • Evite la ambigüedad.
  • Sea breve y ordenado (evite ser innecesariamente prolijo).

¿Explicando el dolor?

   En síntesis, el principio cooperativo con sus cuatro categorías y sus respectivas máximas pretenden reglar o regular la conversación entre los hablantes de modo tal que facilite la comunicación en todo momento, ya sea explícita como implícitamente. Cada hablante debe cooperar, es decir, debe convertirse en un cooperador activo de la conversación para que ésta resulte clara y significativa. Por lo tanto, aplicar el modelo griceano podría resultarnos una herramienta terapéutica muy efectiva, pues se trata de un input directo e inmediato, de fisioterapia no con manos, sino con cerebro. 



jueves, 7 de mayo de 2015

Pedagogía de dolor (demostración formal)


Según Moseley,
Dolor = (Evidencia creíble de daño) - (Evidencia creíble de seguridad). 

En lenguaje formal esto vendría a representarse así:

D = p - q
Siendo: 
D = Dolor 
p = Evidencia creíble de daño 
q = Evidencia creíble de seguridad 

Por lo tanto, un sujeto N tiene D si: 

  1. N cree que p
  2. N no cree que q
  3. N está justificado para creer 1 y 2.

Es decir, nuestro sujeto (N) cree en la evidencia de daño, N no cree en la evidencia de seguridad y N está justificado para creer ambas.


Por otro lado, la definición canónica de conocimiento es esta:


Un sujeto N conoce x si:
  1. N cree que x.
  2. X es verdadera. 
  3. N está adecuadamente justificado para creer x. 

Por ejemplo: 
N cree que sus vértebras no están desviadas (sic). En efecto, sus vértebras no están desviadas. Y N está justificado para creerlo.


La fórmula del dolor, entonces, se anularía de la siguiente forma:

  1. N conoce x  (v.g. que su columna no está desviada)
  2. N no cree que p (que tenga daño)
  3. N cree que q (que tiene seguridad)
  4. N está adecuadamente justificado para 2 y 3 (tiene argumentos para 1 y 2)
  5. Si q > p → ~D (L.q.q.d.)  

En conclusión, crear en el paciente una base teórica sólida y veraz sobre el dolor y su afrontamiento, a la vez que se derogan sus creencias irracionales que conllevan a efectos indeseables en el centro de evaluación cerebral, genera un input impetuoso que llevará al paciente a comprender mejor su patología y, aunque por sí sola la pedagogía sea incapaz de solucionar la dolencia, es una buena forma de introducirnos al abordaje del paciente, generando confianza, ganando aprobación y brindando conocimiento.

Cabe destacar sin embargo, que la verdad es una propiedad de las oraciones, por lo que para que x sea verdadera, x tiene que ser una oración. Por lo tanto tiene que haber lenguaje, porque sin lenguaje no hay conocimiento. El conocimiento se planta en oraciones, a través de la comunicación. Educar al paciente sobre su dolor es dotar al paciente de algo más que conocimiento: es también dotarlo de bienestar.  Al menos, para empezar.

martes, 5 de mayo de 2015

¿Fisioterapia como tratamiento para pie plano?


El pie plano es un trastorno generalmente pediátrico caracterizado por un aumento de la huella plantar (lo que implicaría una disminución del arco medial) que se evidencia fácilmente con el uso de podoscopio, fotopodograma, o por la simple huella que deja el pie en una superficie plana (yo he llegado a utilizar solamente talco y una cartulina). El pie plano se clasifica, principalmente, en pie plano rígido y pie plano flexible. En el primero, el arco plantar se mantiene en constante rigidez (ya sea en pronación, supinación, sedestación o bipedestación) y la deformidad en valgo hace que se pierda el apoyo astragalino manteniéndose el tobillo pronado; en el segundo, que es aquel que nos incumbe, el arco longitudinal del pie se ausenta durante la carga y se corrige cuando el examinador hiperextiende el primer ortejo (Test de Jack/Efecto windlass).


Un pie anormal plano

En algunas ocasiones, el pie plano se presenta junto con valgo de tobillo, unas veces leve y otras veces severo. En cuanto a los factores de riesgo, podemos agruparlos en cuatro subgrupos principales: neurológicos (por ejemplo, parálisis cerebral), muscular (distrofia muscular o atrofia), genética (osteogénesis imperfecta, Marfán) y aquellos relacionados con el colágeno (Ehlers Danlos el más común de todos). Sin embargo, este fenómeno se presenta muchísimas veces en individuos sanos exentos de patologías neuromusculoesqueléticas. De hecho, se describe que la gran mayoría de infantes menores a 6 años tienen pie plano flexible y que su arco plantar ha de desarrollarse naturalmente durante la primer década de vida  (Dare, 2014).


Además de los instrumentos ortopédicos que suelen prescribirse para su tratamiento (como órtesis o plantillas), en el ámbito de la fisioterapia existen una serie de ejercicios (de los que poco se sabe pero que todos conocen) llamados Ejercicios de Risser, los cuales tienen como objetivo el fortalecimiento de los músculos del pie que, en teoría, favorecen la formación del arco plantar. Estos ejercicios consisten básicamente en caminar de puntas, talones e inversión, así como tomar, sujetar, transportar y manipular objetos con los ortejos. Durante largo tiempo intenté buscar evidencia sobre la efectividad de las herramientas terapéuticas para la corrección del arco plantar, sin éxito. Al principio me era sorprendente e incluso indignante la poca (o nula) investigación al respecto, sin embargo de aquí a un tiempo comprendí que, en la mayoría de los casos, el intentar corregir el arco plantar era una pérdida de tiempo.

Ejercicio para corregir el arco plantar



¿Por qué? Pues porque en la mayoría de los casos el pie plano no requiere tratamiento (Dare, 2014), ya que este fenómeno corresponde a una condición anatómica transitoria que suele resolverse espontáneamente y que no simboliza estadísticamente una incidencia de dolor ni limitación funcional mayor respecto a aquellos niños con un arco plantar desarrollado. Si bien el uso de plantillas, órtesis o calzado especial no ha demostrado en ningún sentido ser útil en la formación del arco (MacKenzie, 2012), tampoco así la fisioterapia parece demostrarlo. Lamentablemente, muchas disciplinas sanitarias, incluyendo la Fisioterapia, están todavía bajo el dominio clínico (muchas veces inconsciente) de un modelo estructuralista ya obsoleto: el modelo biomédico.

Investigaciones recientes han demostrado que la posición del pie y la postura, no afectan de ningún modo a estructuras aledañas como lo es la rodilla o la cadera (Ntousis, 2013; Lederman, 2010); también, se sabe que el dolor no corresponde siempre al estado de la estructura (Moseley, 2011), y que generalmente el tejido musculoesquéletico es víctima del dolor, no el culpable. Sus estragos por lo tanto no son la causa, sino la consecuencia. Y que en resumen, no hay motivos para querer arreglar algo que no sólo no causa daño a nadie, sino que además se soluciona solo.

¿Mucho mejor?
En mi opinión, considero que como profesionales de la salud, no debemos limitarnos únicamente a evitar el uso desmedido de dispositivos que la mayoría de las veces solamente incomodan y frustran a los niños, sino también, debemos evitar que los padres de aquellos consuman un gasto económico innecesario; esto, mediante la emisión informativa veraz, honesta y genuina. Tales actitudes no sólo generarán una ganancia de tiempo para nosotros, sino que además brindarán un incremento en la credibilidad y la dignificación profesional.

Y todos ganamos.


Referencias:

1. MacKenzie, J, Rome K & Evans A (2014) The efficacy of nonsurgical interventions for pediatric flexible flat foot: a critical review. Curt Opin Pediatr. 26(1):93-100.


2. Evans, A & Rome K (2012) A Cochrane review of the evidence for non-surgical interventions for flexible pediatric flat feet. J pediatric Orthop. 32(8):830-4


3. Dare D & Dodwell E (2014) Pediatric flatfoot: cause, epidemiology, assessment, and treatment. Curr Opin Pediatr. 26(1):93-100


4. Ntoisis N, Mandalidis D, et al (2013) EMG activation of trunk and upper limb muscles following experimentally-induced overpronation and oversupination of the feet in quiet standing. Gait Posture.7(2):190-4

5. Moseley L & Butler D. (2003) Explain Pain. Adelaide: Noigroup Publications.


6. Lederman, E. (2010) The fall of the postural–structural–biomechanical model in manual and physical therapies: Exemplified by lower back pain. CPDO Online Journal.